Félix Día, cazador de trufas del Pirineo: el guardián del “diamante negro” de Aragón

Félix Día, cazador de trufas del Pirineo: el guardián del “diamante negro” de Aragón

19 de noviembre de 2025

Félix Día, cazador de trufas del Pirineo: el guardián del “diamante negro” de Aragón

En los barrancos del Valle del Isábena, donde el invierno huele a tierra fría y encina, Félix Día continúa una tradición que cambió la historia de Ribagorza: la búsqueda de la trufa negra (Tuber melanosporum).

Su historia es la de un oficio antiguo que ha sabido reinventarse sin perder su alma. Hoy, mientras muchos huyen del campo, Félix se adentra cada temporada en los montes prepirenaicos con su perra Dina, cazando uno de los tesoros más codiciados de la gastronomía mundial, valorado en hasta 950 euros el kilo.

(Fuente: El Español, “Félix Día, cazador de trufas del Pirineo, el ‘diamante negro’ que vende a 950 €/kg”, enero 2025)

La fiebre del oro negro

El descubrimiento de la trufa negra en Graus y sus alrededores, a finales de los años 40, fue para la comarca lo que el oro de California o el Klondike para otros tiempos.
Los franceses fueron los primeros en advertir el valor de aquel hongo subterráneo que los ribagorzanos consideraban una rareza sin importancia. Pero pronto entendieron que aquella “patata negra” escondía un doble secreto: su precio y su poder gastronómico.

En 1947, la fiebre trufera desembocó en la creación del Mercado de la Trufa Negra de Graus, el primero de España. Los intercambios se hacían entonces en el Hotel Lleida, en reuniones nocturnas y discretas, donde nadie revelaba el origen de sus trufas. Aquella economía en penumbra dio forma al carácter reservado del sector, un rasgo que todavía hoy perdura.

Era una actividad muy oscura, los truferos salían de madrugada, escondían los coches y tapaban las luces para que nadie supiera dónde se encontraban las trufas.

El arte de leer la tierra

La trufa negra no se recoge: se caza. Y la precisión con la que un perro trufero localiza el punto exacto en que duerme bajo tierra es el resultado de años de paciencia y adiestramiento.
Félix entrenó a su compañera Dina desde cachorro. Juntos recorren los montes calcáreos de Biascas de Obarra, donde los inviernos fríos, los veranos secos y los suelos pedregosos crean el entorno perfecto para la micorriza.

Allí, la naturaleza ofrece un equilibrio milenario entre encinas, quejigos y avellanos. Cuando la trufa madura, una mosca roja (Suillia gigantea) revolotea sobre la superficie, atraída por el perfume subterráneo. Así aprendió el oficio su padre: siguiendo el vuelo de las moscas sobre los “quemados”, esas zonas desnudas donde la trufa impide que crezca la vegetación.

Cada señal —un insecto, una grieta, un olor imperceptible— forma parte de un lenguaje invisible que los viejos truferos aprendieron a leer con las manos.

De la trufa silvestre a la truficultura moderna

Con la llegada de la truficultura en los años 80, aquel saber ancestral encontró un nuevo aliado: la ciencia. Las plantas micorrizadas de encina y roble, traídas de Francia, permitieron extender el cultivo y asegurar la producción anual.

Hoy, más del 75 % de la trufa negra española procede de plantaciones controladas, especialmente en Teruel y en la Ribagorza, donde se ha consolidado un modelo sostenible que combina tecnología, respeto por el entorno y tradición local.

Como explicamos en nuestro artículo La trufa negra y su ciclo natural de maduración, este hongo necesita equilibrio: suelo calizo, clima frío y verano seco. Cuando estos tres factores se alinean, surge el milagro gastronómico que convierte a Aragón en una de las regiones truferas más importantes del planeta.

El secreto mejor guardado del Pirineo

A pesar del auge de los mercados y las ferias, el secretismo sigue siendo parte esencial del oficio. Los montes “buenos” —aquellos que esconden trufas perfectas— se mantienen bajo llave, y los truferos protegen sus rutas con el mismo celo que un minero guarda el mapa de su veta.

“Siempre hay miradas, sospechas… Es normal. La trufa vale mucho y no hay tantas”, reconoce Félix.
En el Mercado de la Trufa de Graus, los precios de la Tuber melanosporum rondan esta temporada los 850 a 950 euros el kilo, una cifra que refleja su exclusividad pero también las dificultades del campo: la sequía, el aumento de jabalíes y la competencia de otras variedades como la Tuber brumale, de menor calidad.

En nuestro artículo “Cómo identificar una trufa negra auténtica” explicamos las diferencias entre ambas, y cómo reconocer el aroma intenso, terroso y avellanado de una verdadera melanosporum.

Trufiturismo: la experiencia que une campo y cultura

Además de cazador, Félix participa en proyectos de trufiturismo junto a Casa el Francés, en Bellestar de Graus, donde los visitantes pueden acompañar a los perros truferos en la búsqueda del “diamante negro” y degustar después platos elaborados con trufa fresca.

El trufiturismo se ha convertido en una nueva vía para mantener viva la cultura trufera y generar ingresos sostenibles en zonas rurales. Experiencias como estas permiten a los viajeros entender de cerca el valor del trabajo paciente que hay detrás de cada trufa y conectar con la naturaleza de forma auténtica.

Si quieres conocer más sobre estas actividades, te recomendamos leer nuestro artículo sobre Trufiturismo en Aragón: experiencias únicas con la trufa negra.

De oficio oculto a símbolo de identidad

La historia de Félix Día y de los truferos del Pirineo es también la historia de un territorio que ha aprendido a vivir de su tierra sin agotarla.
La trufa negra, que un día fue comercio clandestino, hoy es orgullo y futuro. Su valor no solo se mide en euros por kilo, sino en raíces, saber y continuidad.

En palabras del propio Félix:

“Mi padre buscaba trufas para completar la economía de casa. Yo sigo haciéndolo, pero con otra mirada: la trufa nos enseña a tener paciencia, a cuidar el suelo y a valorar lo que tenemos bajo los pies.”

Un legado que florece cada invierno

Cada temporada, cuando el frío vuelve a los montes de la Ribagorza, Félix y Dina repiten el ritual ancestral: escuchar el bosque, seguir el instinto y desenterrar el diamante negro que ha dado nombre a toda una cultura.

Porque en el Pirineo aragonés, la trufa no solo se caza ni se vende: se hereda, se protege y se celebra.

📚 Fuente principal: El Español – “Félix Día, cazador de trufas del Pirineo, el ‘diamante negro’ que vende a 950 €/kg” (enero 2025)

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